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Los misterios de la muerte en Venezuela del empresario peruano Rubén Gamarra


Rubén Gamarra fue un empresario del sector de construcción, de los medios de comunicación y el deporte en Venezuela, que falleció el 18 de noviembre de 2008, a causa de envenenamiento de acuerdo con la autopsia realizada por el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc).

Nacido en Perú obtuvo la nacionalidad venezolana. Su actividad empresarial y familiar la desarrolló en el estado Bolívar, donde fundó el Grupo de Empresas RG, el Diario Nueva Prensa y el equipo de baloncesto profesional Gigantes de Guayana. Contaba con propiedades en Venezuela, Perú y EEUU, específicamente en Palm Beach, reseña Poderopedia.

Tuvo seis hijos, cuatro de su primer matrimonio y dos del segundo, con Jalousie Fondacci Ruiz. Precisamente Fondacci Ruiz fue detenida acusada de homicidio calificado por envenenamiento de su expareja. Los herederos de Gamarra protagonizaron peleas con la viuda por el manejo de los bienes del fallecido, lo que incluyó el manejo del Diario Nueva Guayana, medio que fue intervenido el 5 de junio de 2013 por orden tribunalicia.

Rubén Gamarra y Jalousie Fondacci

El asesinato de uno de sus dueños y la prisión por un caso de corrupción de otro de ellos precedieron el destino editorial de dos periódicos de Guayana, tan vulnerables a las presiones gubernamentales como sus pares de otras regiones del país. Los cambios de mano a partir de estos hechos así como la venta de otro diario regional, han motivado renuncias y cambios en la cobertura informativa de los acontecimientos de esa región venezolana y de toda Venezuela.

En el Registro Nacional de Contratistas (RNC) aparecía como socio y dueño de 30% de las acciones de la empresa Guayanasur Telecom C.A, suspendida del registro. El objeto de la compañía era el de “la explotación y comercialización del área de las telecomunicaciones” y tuvo contratos entre 2007 y 2008 con conocidas empresas como la constructora Odebretch, el canal Radio Caracas Televisión (RCTV) y la compañía de telefonía móvil Telcel, que más tarde sería Movistar.

Sin embargo, su perfil como hombre de medios también lo trajo hasta el máximo tribunal del país. El 7 de mayo de 2014, su nombre aparece en una decisión del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) por una demanda que recibió el diario El Luchador por parte del antiguo presidente del periódico, Víctor Casado. La sentencia refería a una serie de deudas que el periódico mantenía con Casado. No obstante, por falta de evidencia y una serie de errores de formulación de la demanda -entre ellos el hecho de que el periódico, por no tener personalidad jurídica, no puede ser objeto de denuncias legales- se dejaba sin lugar la acción, reseña Ipys Venezuela.

Jalousie Fondacci Ruiz es una abogada, nacida en Venezuela y nacionalizada peruana. Estuvo casada con el empresario del sector construcción y de los medios de comunicación Rubén Gamarra, quien falleció el 17 de noviembre de 2008 en Puerto Ordaz, estado Bolívar.

Al momento del deceso de su marido, Jalousie Fondacci se hallaba en Perú. Viajó a Venezuela al sepelio y ordenó que lo velaran con el ataúd sellado, incluso solicitó la cremación del cadáver, pero debido a exámenes patológicos ordenados por el Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (Cicpc), que dieron como resultado la presencia de sustancias venenosas en los tejidos, se suspendió la cremación a medio andar.

Jalousie Fondacci y Solange Álvarez

Tras la muerte de su esposo asumió la dirección del Diario Nueva Prensa. Pero las investigaciones policiales continuaron, lo que dio como resultado la detención de la asistente de Gamarra, Solange del Valle Álvarez de Rendón y la orden de captura de Fondacci, quien huyó de las autoridades. En febrero de 2009 se entregó y comenzó el proceso en su contra.

De acuerdo con la acusación de la Fiscalía, Fondacci se puso de acuerdo con su amiga Solange del Valle Álvarez de Rendón para envenenar a Gamarra. La viuda dice ser inocente y la asistente se acogió al precepto constitucional para no declarar. En tanto, la pelea entre Fondacci y los hijos mayores del empresario fallecido continuó, con el diario Nueva Prensa como epicentro del conflicto.

El empresario Rubén Gamarra, dueño de un emporio que incluía al diario Nueva Prensa de Guayana, había fallecido el 17 de noviembre de 2008. Fue la misma fecha en la que cumplía 14 años de casado. Lo que en principio pareció un infarto, luego se transformó, a raíz de la experticia toxicológica, en una muerte por envenenamiento tras la que se señaló como principal sospechosa a su entonces esposa, Jalousie Fondacci.

Quince años antes, Gamarra y Fondacci se habían unido también para emprender en la industria de los medios de comunicación. El 26 de mayo de 1993, en el Registro Mercantil de la circunscripción judicial del Estado Bolívar, inscribieron a Sociedad Mercantil Editorial R.G., C.A. Gamarra detentaba 22.500 acciones y Jalousie Fondacci de Gamarra 2.500 acciones, representativas de un capital –pagado al 20%- de 25 millones de bolívares. Una sentencia del Tribunal Supremo de Justicia ha sido la que permitió saberlo, solo tras la muerte de Gamarra, pues el documento original de constitución de la empresa no apareció al momento de solicitarlo y la archivista indicó que sospechaba que se lo había llevado uno de los abogados que actuaron en el juicio penal.

Dos tazas de café tomó el empresario de origen peruano y nacionalizado venezolano el día de su muerte. La segunda, servida por su asistente, Solange Álvarez, fue la que se sospecha le dio muerte. Las muestras de sangre dieron indicios de la “intoxicación por envenenamiento” con un químico utilizado en productos domésticos contra las ratas. Encontraron “metomilo y derivados cumarínicos (…) confirmándose como causa de la muerte el envenenamiento con rodenticida (raticida)”, refleja el expediente judicial del caso.

Desde 1993 hasta 2008 el emporio mediático de Guayana había crecido. El matrimonio Gamarra-Fondacci contaba con una empresa que en 2005 había aumentado su capital a 300 millones de bolívares y cuyo accionariado se repartía en 80% de Gamarra y 20% de Fondacci, según registra la sentencia del juicio por “acción de indignidad sucesoral” que iniciaron los hijos de Gamarra contra quien fuese la esposa de su padre, Jalousie Fondacci.

Ese mismo 17 de noviembre de 2008, Jalousie había llamado 19 veces desde Perú a Sánchez para que preparase un ramo de flores para Gamarra por la celebración de su aniversario, reportó el diario Últimas Noticias. Dos días después, se realizaría la cremación del cuerpo de Gamarra, coordinada por su esposa desde Perú. Cuando el proceso llevaba una hora con 45 minutos, una comisión del Cicpc detuvo la cremación. “Desde Caracas, había llegado el informe toxicológico que confirmaba la sospecha inicial del envenenamiento”, indicó el diario.

Como resultado, Jalousie Fondacci, viuda de Gamarra y señalada como presunta autora intelectual, y Solángel Álvarez, presunta autora material, fueron detenidas. Fondacci rompió el silencio dos años y medio después del hecho y dio a conocer su versión de la historia, publicada por Nueva Prensa de Guayana:

“Jamás pensé quitar nada a nadie, y los deseos de tener más no podrían ser mejor expresados por esos hijos: un golpe bajo en el momento de más debilidad. Bastaron veinticinco (25) días luego de fallecido el padre para encontrar unas culpables del asesinato que jamás ocurrió, de un envenenamiento inventado a la sazón de la ingenuidad.

Todo se orquestó en la mente maquiavélica de quien dictaminó (sin haber evidencia física, ni sospecha médica-patológica) que Rubén Gamarra había sido envenenado porque un familiar cercano, muy cercano a él había atravesado por las mismas circunstancias. (…)

Quizás no se sepan muchos detalles de las formas en que se orquestó esta patraña mentira; hubo llamadas a los medios policiales (donde también se desenvolvía como peces en agua) por los interesados, pagos fraudulentos compradores de silencio y la anuencia de un fiscal nacional que se llevó las glorias investigativas.

Aclaro: al momento de su fallecimiento yo no me encontraba en el país, me había residenciado con mis tres hijos por petición de Rubén y de mutuo acuerdo, sin conflictos maritales (como algunos intentaron hacerlo ver) en la ciudad de Lima, decisión alternativa para superar una condición médica a través de terapias y descanso del stress laboral y de modus vivendi; para nadie es secreto los momentos de angustia que se vivieron en determinado momento en la ciudad por los innumerables secuestros; sentíamos que de nuestras cabezas pendía una espada de Damocles.”

El deceso de Rubén Gamarra y el conflicto sucesoral se tradujeron inevitablemente en una disputa por el control del diario. El lunes 13 de junio de 2013, el Juzgado de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y Agrario del Segundo Circuito de la Circunscripción Judicial del Estado Bolívar sentenció el nombramiento de María Cequea como administrador ad hoc de la Sociedad Mercantil R.G., C.A.; y a Carmen Zoraida Cordero como comisario ad hoc de la empresa.

“Un asunto muy particular del periódico se vio reflejado en el clima laboral del día a día”, cuenta María Alba Toledo, quien trabajó en el diario Nueva Prensa de Guayana como periodista de las fuentes de Economía y Política entre 2011 y 2014. El periódico inicialmente estaba dirigido por la esposa del fundador del diario y luego la junta ad hoc ha mediado para equilibrar los intereses de las partes en conflicto.

Toledo cuenta que en el intervalo se encontró con listas de temas y personajes vetados. Al final, optó por salir del diario. “Fue algo que fue creciendo”, reconoce, “hasta ese punto en que ya no puedes hacer tu trabajo, ni siquiera medianamente como esperas, y te dices que si no puedo cambiar esto entonces mejor me retiro de esta situación”.

Columnas de opinión dejaron de salir en el diario solo para abrir espacio para los textos que enviaba el gobernador Francisco Rangel Gómez, relata Jorge Muziotti, quien fue coordinador de la sección de Deportes y coordinador de Corresponsalías entre 2010 y mayo de 2014 en Nueva Prensa de Guayana. Dice que nunca fue censurado a excepción del caso de un partido de fútbol en el que se le ordenó colocar en su nota que la seguridad había sido un éxito gracias al operativo de la Gobernación del Estado Bolívar. Pero tuvo que censurar: “Había ciertas personas de carácter político que no salían. Yo tenía que llamar al corresponsal y decir que tal persona no salía y que no hiciera notas de eso”, confiesa.

Los cambios en la administración se hicieron notar en las formas de gerencia del medio según recuerdan periodistas que trabajaron allí. Algunas veces los cambios se consumaron sin conflicto, pero otras se produjeron discusiones acaloradas entre Luis Vera, asociado con los hijos de Gamarra, y los periodistas, que con frecuencia terminaron por renunciar.

Jalousie Fondacci y Solange Álvarez, han apelado a la justicia venezolana. En un recurso introducido por sus abogados el tribunal sentenció el 12 de febrero de 2014 inadmisible la solicitud de anulación de la sentencia que ratificaba la aceptación de la solicitud de prórroga de la Medida de Privación Judicial Preventiva de Libertad realizada por la representación Fiscal.

Envenenamiento

La muerte del empresario Rubén Gamarra, dueño de un emporio comercial en la ciudad de Puerto Ordaz, entre ellos el principal periódico de la zona: Nueva Prensa Guayana, es digna de un seriado policíaco, pues encierra los principales elementos de atracción que garantizarían su éxito: ambición, pasión, celos, una cuantiosa fortuna y una supuesta esposa que mató con veneno a su infiel marido, con la ayuda de su amiga-asistente.


El 17 de noviembre de 2008, la ciudad sureña del país fue sorprendida con la noticia de la muerte del comerciante, de origen peruano, nacionalizado venezolano. Las primeras versiones señalaron que había fallecido producto de un infarto al miocardio; sin embargo, la sapiencia de una médico forense permitió comprobar, de acuerdo con el expediente, que Gamarra Sobenes había muerto por envenenamiento.La historia, que encierra infidelidades y ambiciones desmedidas, comenzó el citado día, cuando se cumplió el 14° aniversario de bodas de la pareja Fondacci-Gamarra, festejo que no llevó consigo una gran celebración, sino un prolongado velorio, que terminó con un cadáver parcialmente carbonizado, tras detener con una orden judicial el proceso de cremación.

Ese día, Rubén Gamarra desayunó solo en su residencia de Loma Linda del Country Club, pues su esposa tenía ya cuatro meses residenciada en la ciudad de Lima, Perú, con sus tres hijos —dos de ellos producto de su relación con el empresario—. Sin embargo, la mujer tomó las previsiones del caso: ordenó que se sirviera al mediodía la comida favorita de su pareja y en su puesto de la mesa se dispusiera una copa de vino blanco, además cuidó el detalle de un ramo de rosas con la dedicatoria: “Siempre estaremos juntos hasta la eternidad”.

De acuerdo con Fondacci este distanciamiento no fue producto de problemas maritales, como algunas personas desean hacerlo ver, en virtud de que su esposa tenía una familia paralela formada con Elys Márquez, con quien también tuvo una hija.

La acusada indicó en su columna del dos de mayo del 2011 que esta “decisión alternativa fue superar una condición médica a través de terapias y descanso del estrés laboral y de modus vivendi”.

El dueño de medios, de un equipo de baloncesto y de empresas de construcción, desayunó un emparedado y una primera taza de café. Posteriormente partió hasta la sede del diario en compañía de uno de sus escoltas, en el trayecto buscaron al segundo guardaespaldas. Ya en el periódico se reunió con dos compañeros de trabajo y tomó una segunda taza de café, en la que —supuestamente— estaría el veneno que le costó la vida.

Al poco rato, Gamarra decidió revisar las obras de construcción que estaban en marcha en ese momento y se dirigió hasta su empresa, donde convulsionó y falleció. El hombre, de 55 años, ingresó sin signos vitales al hospital Américo Babó, de la empresa ferrominera. Los especialistas de este centro médico trataron de reanimarlo por más de 45 minutos, sin éxito.Rita, su hija, explicó que —en virtud de que había fallecido fuera de un centro asistencial— debió practicársele la autopsia de ley y ante la apariencia de sus órganos vitales y el color de su tez, la médico forense tomó la determinación de enviar muestras de su tejido hasta la ciudad de Caracas para practicar toxicología.

En el expediente, el fiscal Capote señaló que la profesional del Cicpc Marlene López determinó que la víctima presentó “una intoxicación orgánica sin enfermedad previa que sufre infarto agudo al miocardio y hemorragia digestiva, no compatible con el infarto y presentes en casos de intoxicación por envenenamiento”.

Al realizarse el estudio químico, el 19 de noviembre de 2008 a las muestras de sangre, contentivo del jugo gástrico, hígado, baso, pulmón y corazón se determinó la presencia de “metomilo y derivados cumarínicos que son los principales activos de algunos productos químicos utilizados como rodenticidas, confirmándose como causa de la muerte el envenenamiento con rodenticida (raticida)”.

De acuerdo con las investigaciones el veneno fue dispuesto por la asistente de Gamarra, Solángel Álvarez, en su segunda taza de café del día. La mujer tenía solo meses trabajando con el empresario, a instancias de su esposa. Supuestamente ella se encargó de lavar la jarra de agua y un vaso que le fue servido al editor, antes que las autoridades pudieran disponer de ellos.

Jalousie tenía intenciones de separarse de su marido, debido a las constantes infidelidades de él, pero éste se negaba al divorcio por no dividir los bienes. Los familiares de Gamarra señalan que la mujer era infeliz al lado del editor, que no compartían los mismos gustos y solo se les veía juntos en eventos muy especiales.

Rita Gamarra recuerda que tres años antes de la muerte de su padre, Fondacci fue vinculada sentimentalmente con un hombre casado, de nombre Pedro Tello, con quien ella había cursado estudios y se habían vuelto a reunir tras un reencuentro escolar. Tello y su esposa fueron asesinados en el 2005 para ser despojado de su camioneta. El nombre de Gamarra fue mencionado en esta investigación.

No obstante, estos argumentos de celos, infidelidades son rebatidos por la acusada en su columna al asegurar que: “Él como cualquiera tuvo su vida privada, oscura o no, no soy yo quien juzga; esa fue su vida y siempre mantuve al margen de nuestra relación cualquier interferencia... Mi respeto a la privacidad se mantuvo por encima de mis pretensiones de pareja. Tuve a mi lado a un ser humano, con virtudes y defectos”.

Ella, desde su sitio de reclusión, solo pide que sea considerado por los administradores de justicia el cuadro médico de su esposo, quien no era una persona sana, porque sufría hipertensión arterial, diabetes y úlceras sangrantes y que los restos químicos hallados en su organismo no corresponden a un veneno sino a Cialis.

Tras cuatro años de investigaciones, de dimes y diretes, todavía hoy los abogados de las dos mujeres acusadas por este crimen ponen en tela de juicio la real causa del fallecimiento de la presunta víctima. Incluso, como en cualquier otro caso de homicidio, en éste no hay un arma mortal: la taza donde se sirvió el último café al indiciado nunca fue encontrada por las autoridades.

Por tal motivo, la férrea batalla legal entre los hijos de Rubén Gamarra y su equipo de abogados y los representantes de Jalousie Fondacci y Solángel Álvarez gira fundamentalmente en torno a un solo tema: la causa de muerte. La defensa de las acusadas en cuatro años ha trabajado en torno a deslegitimar los únicos resultados que orientan la investigación hacia un homicidio y no una muerte natural.Para ello han atacado de diversas formas a los socios del editor, tratando de inculparlos en este hecho, y al representante del Ministerio Público, fiscal Jesús Capote, quien fue el responsable de las investigaciones. Señalan un incorrecto manejo de las evidencias y violación al debido proceso. Aseguran que los amigos de la víctima manipularon sus restos orgánicos, lo cual vulnera la cadena de custodia y vicia los resultados de las experticias.

Por su parte, los hijos mayores del empresario, concebidos en relaciones anteriores de su matrimonio con Fondacci, aseguraron que las acusadas coicoteó el proceso penal, que en tres años no se ha logrado iniciar el juicio respectivo por las tácticas dilatorias de sus representantes legales ante los distintos tribunales por los que ha pasado el expediente, debido a las múltiples diligencias practicadas.

La falta de una sentencia en torno de la culpabilidad o no de las dos únicas personas detenidas por este caso trajo secuelas en torno a la propia partición de la herencia, ya que de ser hallada culpable la mujer que compartió los últimos 14 años de vida con Gamarra, quedaría excluida de la repartición de la cuantiosa fortuna, calculada sobre los 300 millones de bolívares, según declaró uno de los abogados de la viuda, a un diario de circulación nacional en Venezuela.

Rita Gamarra aseguró desconocer el patrimonio exacto de su padre, ya que era muy celoso en torno a sus negocios, tenía empresas y cuentas en el exterior que “desconocíamos, además la acusada nos ha impedido participar en las asambleas como herederas para conocer realmente cómo están los negocios que él dejó”. Sin embargo, acotó que el problema fundamental en este caso es de justicia y no de bienes.

El destino de las propiedades

Finalmente el caso ha dejado en el ambiente muchas dudas, tanto sobre la muerte del Gamarra, como del destino de sus propiedades, llegándose a asegurar que parte de éstas pudieron haber quedado en manos de figuras connotadas de la política y la justicia en Venezuela, quienes para apoderarse de las mismas, habrían tomado partido de las confusas circunstancias en las que falleció el empresario.



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