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Crónicas de Anzoátegui: Tomás Ignacio Potentini | Venezuela


Por Omar González Moreno | Opinión

El poeta, periodista, militar y político Tomás Ignacio Potentini, fue lo que podría llamarse un verdadero hombre de armas tomar.

Su nivel de arrojo y valentía para defender sus ideales fue proporcional a la de su capacidad intelectual y sensibilidad artística.

Nació en el estado Anzoátegui y más propiamente en Píritu, el 17 de marzo de 1859, donde se entrenó, simultáneamente, en el lozano ejercicio de pensar y en el uso de la fuerza bruta para no dejarse avasallar por nadie.

Por eso, la historia de Tomás Ignacio Potentini contiene tantas batallas con olor a pólvora, sangre y fuego; como prosas liricas que desprenden el perfume de una hermosa tarde frente al mar.

Fue hijo de Tomás Potentini, un comerciante muy bregador de origen corso y de Doña Inés María Guzmán, una fina dama criolla, que se deleitaba leyendo tramas poéticas.

De esa combinación de genes surgió este ilustre escritor y aguerrido peleador que a lo hora de defender sus ideas se transformaba en un auténtico torbellino de una época tumultuosa como la que vivió Venezuela en la segunda mitad del siglo XIX.

Tomás Ignacio Potentini aprendió sus primeras letras y a lanzar sus primeros puñetazos en Píritu y se trasladó con su familia a Barcelona en 1866, donde completó su educación en ambos campos.

 Entre 1874 y 1875, Potentini se sumó al alzamiento militar protagonizado por el general José Ignacio Pulido en contra del presidente Antonio Guzmán Blanco.

En 1879, se opuso abiertamente a la Revolución Reivindicadora que propugnaba el regreso de Guzmán Blanco al poder.

La hoja de contraluz en la vida de Tomás Ignacio Potentini reseña que en esa época también fundó y dirigió en Barcelona el diario “La Libertad” para sostener la candidatura de José María Rodríguez Armas a la presidencia del estado, en contra de José Domingo Guzmán Bastardo, candidato de Guzmán Blanco.

Dice la historia que Rodríguez triunfó en esos comicios, pero Caracas impuso la elección de Guzmán Bastardo.

Potentini, al protestar por el fraude, fue exiliado a Santo Domingo el 14 de noviembre de 1880, y poco después apareció desempeñando allá el cargo de secretario particular de Fernando Arturo de Meriño, antiguo cura y vicario de Barcelona.

 Regresó a Venezuela en 1885, pero mantuvo una posición irreductible hacia Guzmán Blanco, tal como lo demuestra su participación en la llamada "Delpinada", por lo cual nuevamente fue desterrado.

 La "Delpinada" fue una ocurrencia urdida por un grupo de poetas, escritores, y políticos enemigos de Guzmán Blanco que fue organizada y presentada en el Teatro Caracas el 24 de marzo de 1885.

 Se trató de una sátira en forma de “homenaje” y “coronación” del poeta Francisco Antonio Delpino y Lamas, apodado el “Chirulí del Guaire” y otros sobrenombres como “El Curruña del Guarataro”, “El Arrendajo de San Juan” y el “Ovidio Venezolano”.

Potentini y otros poetas se valieron de esa obra para ridiculizar las alabanzas y adulaciones babosas de la intelectualidad venezolana de esa época frente al culto a la personalidad de Antonio Guzmán Blanco.

Tomás Ignacio Potentini regresó a Venezuela en 1887 y comenzó a trabajar como redactor del periódico “El Yunque”, vocero satírico de oposición al guzmancismo.

Luego apoyó el gobierno del presidente Raimundo Andueza Palacio, siendo nombrado secretario general de gobierno en los estados Miranda y Zulia entre 1890 y 1891.

Posteriormente el piriteño Potentini fue nombrado en Maracaibo Director del periódico “La Gaceta del Zulia”.

En 1891 resultó electo Diputado por el Estado Miranda y poco después asumió el cargo de director del Ministerio de Guerra y Marina durante el efímero gobierno de Guillermo Tell Villegas.

Después colaboró en el "El Cojo Ilustrado" y en 1897 dirigió en Puerto Cabello el periódico “El Credo Federal”.

En esos años combatió activamente el alzamiento del general José Manuel Hernández, el Mocho, a quien satirizó en varias de sus composiciones durante el año 1898.

En 1899, sirvió en el Estado Mayor del general Luciano Mendoza.

Luego fue nombrado por Cipriano Castro como jefe de una guarnición en el estado Sucre, pero decidió unirse a las tropas del general Nicolás Rolando a inicios de la llamada Revolución Libertadora en 1902 y anunció su decisión al presidente en un telegrama famoso: “Hoy, el general Nicolás Rolando, Jefe de Oriente y mío, ha desembarcado en son de guerra”.

 Potentini participó en los combates de Cerro Negro, San Francisco y Aragua de Barcelona, donde resultó herido.

Acompañó al también anzoatiguense Nicolás Rolando hasta Ciudad Bolívar, último baluarte de la Revolución Libertadora, donde fue capturado en julio 1903.

Potentini fue enviado como preso político al castillo Libertador de Puerto Cabello y luego al castillo de San Carlos; fue liberado en 1905, ya gravemente enfermo.

Murió en Puerto La Cruz, estado Anzoátegui, el 30 de julio de 1906.

Su obra literaria, fue parcialmente reunida en dos recopilaciones “Ensayos Poéticos” (1889) y “Páginas Sueltas” (1890), que lo consagran como un sobresaliente poeta.

Dicen los especialistas que el uso de la décima, como forma de verso, por parte de Tomás Ignacio Potentini,  le confiere un matiz particularmente mordaz a su producción satírica. Fue Masón en grado 30.

En fin, si tuviéramos que definir a Tomás Ignacio Potentini, tendríamos que decir que fue un hombre integral que salpicó con su talento todos los campos que se le atravesaron en su camino: el periodismo, la poesía, la política, el ejército y las revoluciones; roció con brillantez todo, todo lo que tocaron sus 47 años de vida.


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