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La conmovedora historia de Anthoni, un joven venezolano abandonado en las calles de Madrid


El día que Anthoni cumplió 18 años estaba viviendo en casa de la familia de un amigo y compañero del curso de electromecánica de vehículos del centro de Formación Profesional Barajas donde estudiaba en Madrid. “No hice nada especial porque no tenía dinero. Dimos una vuelta por la calle y ya está”. Su padre le había echado de casa tres semanas antes. Le dijo que se buscara la vida, reseñó Tábata Peregrín en EL PAÍS.

Era la primera vez que le decía que se fuera. No sería la última. La siguiente le dejó en la calle, con 18 años, solo y sin papeles.

Anthoni no ha tenido nunca mucho contacto con su progenitor, que dejó Venezuela para mudarse a España cuando su hijo apenas tenía tres años. Aquí se casó y formó una nueva familia. Todo este tiempo el contacto entre ellos se ha limitado a una llamada al mes para informarle de que le había mandado dinero.

Pese a ello, el 12 de enero de 2020, recién cumplidos los 17 años, Anthoni se muda a España. Su realidad en Venezuela se había complicado. La supervivencia no estaba siendo fácil, había dejado de estudiar y su madre pidió auxilio al padre en España.

“Allí estaba perdido, pero cuando aterricé en Madrid me di cuenta de que aquí había muchas posibilidades. Inmediatamente, me puse a estudiar, me saqué 4º de la ESO en plena pandemia y me apunté a FP”, cuenta ilusionado.

La alegría le duró poco. Seis meses después de llegar, la convivencia empezó a tensarse. El chico necesitaba dinero para transporte, libros o simplemente salir con los amigos. “Mi padre empezó a decirme que no me iba a dar nada, que me buscara la vida”, lamenta. En junio de este año le echa definitivamente de casa. “Plasta de mierda, recoge tus cosas y sal de mi casa”, le increpó.

Esta vez no había amigos que le pudieran acoger. Tenía la edad legal para trabajar, pero no el permiso de empleo porque su padre no le había regularizado. Indocumentado y sin ingresos, la única opción fue vivir en la calle, en un rincón en el barrio de Prosperidad pegado a la M-30. “Dormía en un sofá viejo y comía lo que me bajaban la gente que me conocía”.

Para la Administración española este chico venezolano de apenas 18 años y seis meses se había convertido en un adulto sin papeles y en situación de calle.

Desde hace seis meses, Anthoni tiene una segunda madre. “Mamá Amélie,” como la llama él, le paga una habitación en un piso en Alcalá de Henares y le da dinero para comida y sus gastos de móvil.

Su hijo, Leo Jules, también es parte de esta historia de acompañamiento: con solo 16 años es el encargado de ir a llevarle el dinero a Anthoni, le presta su Playstation y cuando no está en el internado donde estudia, comparte tiempo con él.

Yan-Gouiffes llama todos los días a Anthoni desde Madagascar, un país que al chaval le cuesta localizar en el mapa, para preguntarle cómo está.

“Amélie me ha dado un cariño que ni mi padre. Ha creído en mí y me ha ayudado mucho”. Después de una pausa, añade: “Y Leo Jules es como un hermano”.

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