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Yenny Coromoto Pulgar León cuenta cómo la condesa Aline Griffith se convirtió en un personaje literario


Yenny Coromoto Pulgar León señala que cuando el 11 de septiembre de 2017 moría Aline Griffith, condesa viuda de Romanones, la prensa se llenó de titulares que recogían su deceso y recordaban su apasionante vida, sobre todo su intrigante pasado. “Fallece Aline Griffith, periodista, modelo, espía y condesa de Romanones”, titulaban los diario en crónicas de aquel día. “Ha muerto a los 94 años uno de los personajes más deslumbrantes de la historia reciente: una mujer que, en los años 40, ejerció como espía bajo el nombre en clave de Butch”.

Cinco años después, el escritor norteamericano Larry Loftis, que sabe mucho sobre literatura de espías, bastante de la Segunda Guerra Mundial y, después de su último libro, es un experto en la vida de la condesa de Romanones, publicó en España ‘La princesa espía. La verdadera historia de Aline Griffith’ (Roca Editorial). Y es importante remarcar lo de ‘verdadera’ porque, como él mismo ha contado, la condesa tiró de brocha gorda para embellecer unos recuerdos que después plasmaría en sus libros (casi) autobiográficos, desglosa Yenny Coromoto Pulgar León.

El libro se publicó el año pasado en Estados Unidos, país de origen de su protagonista, y ha sido aplaudido por la crítica: “De ritmo rápido, audaz y que engancha” ('The Wall Street Journal'); “Ofrece un relato rico y profundamente investigado de las escapadas de espionaje de Griffith” ('Washington Post'); “Una de las historias de espionaje más glamurosas y emocionantes jamás contadas” (Amazon Book Review).

Sinopsis (alerta de spoiler): En agosto de 1943, Aline acude a una cena que le cambiará la vida para siempre y la convertirá en uno de los agentes de espionaje norteamericano más productivos en aquellos años inciertos. Primero, descifrando mensajes en clave, después como uno de los informadores mejor relacionados. Pretendida de Juanito Belmonte, musa de Balenciaga y rival de Gloria Rubio de Furstenberg, su ‘charme’ le abrió las puertas que a otros agentes les estaban vedadas. Pero también hubo cárcel, asesinatos, pasos en la madrugada y pistolas.

Bueno, eso es porque yo en realidad soy abogado, y en mi profesión todo, absolutamente todo, tiene que estar documentado y justificado. Tú no puedes inventarte las cosas, todo tiene que tener un origen y una fuente, para que pueda ser considerado cierto. Porque si no, es una opinión. Así que apliqué esa filosofía en todo lo que he escrito, en esta y en otras novelas anteriores. De hecho, algunas de ellas tienen un trabajo de documentación de casi tres años. Porque quiero que todo esté historiado y si alguien tiene alguna duda, quiero que la gente pueda chequear el origen de esa información. Y eso lo he aplicado también a la historia de Aline: he consultado fuentes directas relacionadas con su vida o con personas que tuvieron relación con ella. Por ejemplo, la hija de Edmundo Lasalle, que fue un agente que trabajó como representante de Walt Disney en España, escribió un libro detallando la labor de su padre, y esa fue una de las fuentes que se usan en el libro.

Un amigo mío me habló de una obra que había leído escrita por Aline. Me dijo: “Tengo este libro, ‘La espía que vestía de rojo’, de una exagente de las OSS (Office of Strategic Service) y no sé si lo que se cuenta es verdad, pero si la mitad de ello es cierto, es un gran libro”. Lo leí, y el 90% de las historias que escribe eran inventadas. Había mucha ficción en su novela. Así que empecé a leer sus libros, tomé notas, y certifiqué que muchas de las cosas que se cuentan no eran ciertas. De hecho, en tres de sus libros aparecen 9 asesinatos, de los que ocho se los inventó. La única muerte cierta es la de una mujer llamada Marta que aparece asesinada en la casa de Aline. Yo lo confirmé porque en la historia aparece un hombre (Robert Dunev), compañero en las tareas de espionaje, y hablé con sus hijos, porque él tenía un libro de memorias de unas cien páginas. Sus hijos me lo dejaron, y en esas páginas él recuerda la noche que retiró el cadáver de la casa de Aline.

Hay otros detalles en el libro que son complicados de contrastar, como cuando conoce a Franco (“Sin la chaqueta militar podría parecer el portero de un hotel”), cuando se encara con Evita Perón (tras su encuentro en un avión le echa en cara que Argentina esté dando cobijo a los nazis que han dejado Alemania) o cuando una pitonisa le lee su futuro.

Bueno, esas pasajes son más difíciles de saber a ciencia cierta. Pero, como te comentaba, he tenido los documentos de la OSS de la oficina de Madrid, los de su jefe, los de sus compañeros y los de la propia Aline, donde hay mucha documentación porque ella fue una de las agentes más productivas, mandó 59 informes, que está muy por encima de la media. Así que lo que tuve que hacer es dar el beneficio de la duda sobre alguna de las cosas que había escrito y después contrastarlas con la información que yo tenía. Algunas cosas fueron desechadas, pero en aquellas en las que no hay ninguna razón para inventárselas, como los diálogos con Luis, o el encuentro con Franco o Eva, los transcribo y pongo la acotación para explicar de dónde vienen. Así que lo que hice fue escribir solo lo que sabía que era 100% verdadero o lo que no tenía nada de que dudar.

Su novela recoge además muchos aspectos de la historia de España (se habla de la arquitectura de Toledo, de los cuadros del Greco, de los pases de muleta de Manolete o las fiestas en el Villa Rosa). ¿Ha estudiado la historia de España o conoce el país?

Lo he tenido que estudiar. Para algunos de mis libros, para documentarme, he llegado a leer cien libros, trescientos en algunos casos, porque ese es parte de mi trabajo para saber lo que ocurre. Leí mucho sobre el mundo del toreo, como la obra de Hemingway, o los libros ‘La fiesta brava’ y ‘Matador’, de Barnaby Conrad, porque tanto el mundo del toro como el del flamenco estaban muy presentes en aquella época. Tengo hasta un póster de una corrida de Juanito Belmonte de entonces.

Tenía previsto visitar España, pero por culpa del covid ha sido imposible.

De todos los personajes (reales, no olvidemos) que aparecen en su obra, Barnaby es posiblemente uno de los más peculiares: vicecónsul norteamericano y, a la postre, torero.

Y escritor. Publicó cuatro libros sobre el mundo del toreo. De su obra aprendí técnicas, filosofía, la crianza de los miuras... Barnaby detalló todas esas cosas. Ahí aprendí que Joselito, Manolete y Juan Belmonte han sido tres de los grandes toreros de la historia.

Aline es una chica normal con una carrera de modelo que va a una cena y su vida da un giro de 180 grados. ¿Cómo se produce esa transformación?

Frank T. Ryan era el jefe de la OSS en la península ibérica en aquella época, aunque nadie lo sabía, claro. En una especie de cita a ciegas, conoce a Aline, que trabaja entonces en Manhattan como modelo. En esa cena, él le pregunta si quiere convertirse en una modelo famosa para Hattie Carnegie (diseñadora de Joan Crawford o Wallis Simpson, entre otras). Ella le contesta que no, que lo que quiere es hacer algo por su país en la guerra que se está desarrollando en Europa. Así que él empieza una especie de ‘interrogatorio’ y llega a la conclusión de que tiene capacidades para trabajar en su departamento. Aline es soltera, de una gran belleza, quiere ayudar, le gusta viajar y habla español con fluidez. Y así empieza su reclutamiento, su entrenamiento y acabará siendo enviada a España.

Hablando de su belleza, cuatro hombres se sienten tremendamente atraídos por ella, y uno de ellos (el argentino Benito Llambí) incluso llega a ir a su boda con una pistola por no haberle elegido.

Sí, tenía un gran poder de seducción. La historia de amor con Luis (Luis de Figueroa y Pérez de Guzmán, conde de Quintanilla, más adelante de Romanones) es de sobra conocida. Se casó con él en 1947 y eso, y el final de la guerra, la apartó del desempeño de sus funciones para los EEUU. Belmonte le mandaba flores y la llevaba a las fiestas, pero ella solo sentía admiración. Y de Pierre, uno de los personajes que aparece, no tenemos la certeza de que existiera realmente. Es el único personaje que no tiene una base real al 100%.

¿Por qué cree que Aline cayó rendida a los encantos de España?

Bueno, se crio un poco con ese sentimiento: estudió español y sabía mucho sobre la cultura española, así que cuando llegó, se enamoró de un país con tanta historia. La nuestra tiene unos cientos de años, pero la vuestra tiene miles, y su geografía está llena de castillos, palacios, hay influencia romana, árabe… Para nosotros es fascinante y también lo fue para ella. De hecho, yo estoy deseando ir a muchos de los sitios de los que he leído y escrito, como Toledo o Las Ventas.

Vestía de Balenciaga, llevaba una pistola en el bolso, era audaz, ¿cómo la describia?

La versión femenina de James Bond. Y te diré por qué: Aline era una mujer muy inteligente, atractiva, sofisticada, con mucho carisma, que hablaba dos idiomas, y había sido entrenada por William Ewart Fairbairn, un oficial de policía y marino real británico que desarrolló métodos de combate cuerpo a cuerpo (se ha llegado a hablar de él como una posible inspiración para Q Branch, la división de investigación y desarrollo del Servicio Secreto Británico en la serie de 007). Aline estaba preparada para utilizar cualquier tipo de arma en cualquier tipo de situación y eso además lo combinaba con un estatus sofisticado que se mezclaba perfectamente en la alta sociedad y quedaba bien en todos los círculos.

Aunque ‘La condesa espía’ centra su relato particularmente en los años en los que la condesa de Romanones fue agente de la OSS norteamericana en Madrid (la parte más ‘thriller político’ de la obra), también recoge parte de lo que representó su historia de amor con Luis de Figueroa, su boda (que salió incluso en la prensa americana) y su posterior luna de miel, que duró un año y les llevó a distintas ciudades de la Europa de posguerra y Estados Unidos. Cuenta con detalle las intrigas en las que Aline se vio inmersa (incluido asesinatos, paso por la cárcel y códigos secretos), pero también sus amistades con la flor y nata de la América de Frank Sinatra, Elizabeth Taylor y Audrey Hepburn, de la que fue una gran amiga. Aline se convirtió en la mejor abanderada de una España que amaba y animaba a sus amigos americanos a visitarla en Madrid, o a ir juntos a la Feria de Abril sevillana.



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