Por Manuel Malaver | Opinión
Aunque no puede hablarse de una guerra abierta y declarada del Globalismo contra el Estado Nacional, ya pueden observarse los choques que a lo largo y ancho del planeta se desencadenan entre quienes promueven polĆticas globales que reducen las soberanĆas de los estados nacionales y quienes hacen un esfuerzo desesperado por defenderlas.
Un ejemplo que seguimos la semana pasada, fue la batalla que se libró en el Congreso colombiano por ratificar o rechazar el llamado “Acuerdo de EscazĆŗ”, un tratado que se propone “Proteger a los defensores del medio ambiente y garantizar el acceso a la información, participación y justicia ambiental” que fue discutido y aceptado en 2018 en la ciudad de EscazĆŗ, Costa Rica y dos aƱos despuĆ©s ratificado, en 2021, por 11 paĆses para entrar en vigencia.
Y que no hubiera encontrado resistencia en ninguno de los partidos de la oposición neogranadina, si no fuera porque “EscazĆŗ” declara al “medio ambiente” como un “derecho humano”, lo cual remite todas las controversias que puedan surgir entre el Estado, los particulares y los ambientalistas a los organismos multilaterales como las Comisiones de Defensa de los DDHH de la ONU y de la OEA, y esto, por supuesto, supone ceder soberanĆa sobre un tema o situación que es intrĆnseca y totalmente colombiana.
“Todo lo que propone “EscazĆŗ” estĆ” en el derecho colombiano” decĆa el miĆ©rcoles en el congreso la senadora del “Centro DemocrĆ”tico”, MarĆa Fernanda Cabal. “El derecho a la información, el derecho a la participación y el derecho a la justicia por delitos ambientales, ya estĆ”n en la Constitución y en leyes especĆficas colombianas y sentencias de la Corte Constitucional cuando hubo que instruir y penalizar casos. De modo que, lo que estamos viendo es la primera intromisión del globalismo en la soberanĆa nacional”.
Sin embargo, tenemos que admitir que no todos los choques y batallas entre el “Globalismo y el Estado Nacional” ocurren en espacios amplios y abiertos como el Congreso colombiano, sino que algunos -yo dirĆa que la mayorĆa- suceden en escenarios clandestinos, ocultos, vedados a la información y a la opinión pĆŗblica, que, desde luego, favorecen con recursos y oportunidades a quienes auspician la llamada “agenda global”, la Agenda 30-30 y el Nuevo Orden.
Un caso inexcusable de no citar, es el del “Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular”, aprobado bajo el auspicio de la ONU, el 2 de diciembre del 2018, en Marrakech, Marruecos y cuyo propósito es “mejorar la gobernanza migratoria, que pone a los migrantes y sus derechos humanos en el centro y ofrece una importante oportunidad para reforzar los Derechos Humanos de todos los migrantes, independientemente de su status”.
Pero que resultó un hueso duro de roer para la mayorĆa de paĆses altamente poblados y desarrollados, como EEUU, China, Rusia, Japón, Brasil, Australia, Polonia y Austria, los cuales alegaron que el “Pacto” significaba, claramente, una pĆ©rdida de soberanĆa, pues violaba fronteras y les imponĆa a los paĆses pobres -que no disponĆan de recursos- endeudarse con agencias multilaterales que, lógicamente, entre sus cobros, le anotaban mĆ”s y mĆ”s pĆ©rdida de soberanĆa.
Otro seƱalamiento que expusieron los paĆses que no se adhirieron al “Pacto” (y que obligó a la ONU a declarar que “no era vinculante”) es que las “migraciones” no siempre ocurren por razones humanitarias (desempleo, hambrunas, falta de protección social y servicios pĆŗblicos) sino que, desde antiguo, se han usado por “razones polĆticas”, y en nuestro tiempo, los dictadores socialistas y fundamentalistas las implementan para subvertir paĆses enemigos, como en su tiempo lo hizo Gadaffi, y en los nuestros NicolĆ”s Maduro de Venezuela y Bashar al -Asad de Siria.
Pero ningĆŗn rechazo, fuerzas y protestas que hayan detenido a las “migraciones” globalistas, pues no han faltado recursos para estimularlas, organizarlas y financiarlas, como se ha visto en el caso de las caravanas que se organizan desde Centro y SuramĆ©rica para cruzar las fronteras de Estados Unidos y las que, desde el Oriente Medio, y el Ćfrica subsahariana, se articulan para invadir a Europa.
En el primer caso, se cree que mÔs de dos millones de sudamericanos se han establecido ilegalmente en Estados Unidos desde que empezó la Administración Biden y en el segundo, los números han dejado de contarse, pero se piensa que alcancen los tres millones anuales.
Inmigración ilegal, monitoreada y controlada que contiene tambiĆ©n subversión con incremento del narcotrĆ”fico, la trata de personas y el contrabando de órganos, que cuenta igualmente con el “Crimen Internacional Organizado” que se filtra en cualquier acción humana y esconde fines polĆticos tras presuntas intenciones humanitarias.
Pero lo mĆ”s grave es que todos estos “Pactos”, “Acuerdos” o “Tratados” salen del seno de la ONU, de la propia “Organización de Naciones Unidas”, la cual, a travĆ©s de las incontables ONG que controla, o la controlan, desata desde hace algunos aƱos iniciativas que no cuentan con el apoyo de los paĆses miembros y justamente solo las conocen cuando tienen que firmar.
Son la expresión de una nueva Era o tendencia surgida en el mundo, y cuya caracterĆstica fundamental, es que la ONU ya no es financiada ni controlada por los paĆses miembros, sino por ONG que se le adhieren y le aportan cuantiosĆsimos recursos aportados por fondos, empresas transnacionales y fundaciones que en su desempeƱo económico obtienen beneficios que superan de manera escandalosa a los de los estados nacionales.
En una evaluación realizada por empleados de la ONU que trataron de explicarse este fenómeno, se encontraron con que el presupuesto paralelo de la ONU, el no formal, el que no depende de los estados nacionales, supera al primero, al oficial, en 4000 por ciento.
Son los aportes que llegan, vĆa las ONG, de fondos de administración de activos como BlackRock y Vanguard (controlan el 85 por ciento de los medios de comunicación internacionales), de la Fundación Rockefeller, la Fundación “Open Society” de George Soros, la Fundación de Bill y Melina Gates, el Grupo Bilderberg, las grandes empresas tecnológicas (Facebook, Google, Apple, Youtube), grupos financieros como la Familia Rothschild y las grandes farmacĆ©uticas (Pfizer, Johnson and Johnson, Novartis, Merck y Bristol Myers).
Si hacemos memoria y traemos a estas lĆneas las polĆticas que se implementaron para enfrentar la pandemia del Covid, y cómo la opinión de Bill Gates, a travĆ©s de la OMS, fue decisiva para fabricar las vacunas y distribuirlas mundialmente, caemos en cuenta quiĆ©nes y cómo tratan de controlar el mundo y conducirlo a una cosmovisión contraria a la democracia y los estados nacionales.
¿Cómo serĆa el mundo futuro entonces, el del movimiento que ya se conoce como “Globalismo” -que no tiene nada que ver con la “Globalización” que es una tendencia espontanea para unir economĆas y mercados- pero tienen propuestas y objetivos contrarios a los que controlaron al planeta hasta la CaĆda del Muro de BerlĆn y la aparición de Internet?
Pues un mundo sin fronteras, de un gobierno Ćŗnico que podrĆa ser la ONU, o una organización religiosa y laica como el Vaticano, que no reconocerĆa mĆ”s las naciones ni los estados y se moverĆa mundialmente en un planeta sin prohibiciones para una humanidad Ćŗnica.
Es bueno establecer que el Globalismo no es de izquierda ni de derecha, ni socialista ni capitalista, sino un hĆbrido que puede unir todas estas tendencias si el objetivo fundamental es unir al mundo en un solo modo de vivir.
Si anotamos que los globalistas financiaron y organizaron las revueltas chilenas que destruyeron al modelo de democracia liberal para sustituirla por el despotismo suave de Boric, pero en Colombia apoyaron la presidencia de Duque marcadamente democrĆ”tica y liberal, mientras financiaron al proyecto de Petro que estĆ” contra el pasado polĆtico que llaman de derecha, mientras no le pone nombre al futuro económico, reconocemos el mundo hĆbrido y ambiguo que traen los globalistas, pero eso sĆ: sin fronteras y un gobierno universal.
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