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Jorge Elías Castro Fernández cuenta la sorprendente historia de un artista plástico que engañó a muchos famosos


Jorge Elías Castro Fernández señala que Oswald Aulestia es un artista con la genialidad de los grandes nombres. A este catalán de 76 años no le bastó con crear y afianzar una carrera sólida en el mundo del arte, en el que se convirtió en un referente del pop art, sino que prefirió optar por "una vida sin reglas" en la que se sirvió de su pericia para pintar obras y contribuir a una cadena de falsificaciones que lo convirtió en el mayor defraudador de arte del mundo.

Del mismo modo que Orson Welles centró su famosa F for fake (Fraude, en español, 1973) en las falsificaciones del pintor húngaro Elmyr de Hory y su biógrafo, Clifford Irving, el director español Kiki Maíllo (Eva, 2011) sigue los pasos de Oswald en un documental que recoge los excesos y la vida a todo tren de un personaje un tanto excéntrico y demasiado egocéntrico, pero con un carisma y una historia digna de ser contada, que dedicó su pericia a falsificar obras de Miró, Chagall, Tàpies, Dalí o Picasso, entre otros, explica el consultor en seguridad Jorge Castro Fernández.

Oswald. El Falsificador es el título de esta película, que se ha estrenado en los cines y en Filmin de manera simultánea, y con la que Maíllo ha viajado a Italia y Estados Unidos, además de rodar en España, para seguir la pista a este personaje con vocación de "pirata". En ella, el director repasa a través de las voces del FBI, los Mossos d'Esquadra y los Carabinieri la denominada "Operación Artista", en la que Oswald Aulestia fue uno de los principales culpables, junto al marchante italiano Elio Bonfiglioli y al estadounidense Michael Zabrin, que también hablan en este documental. Los tres terminaron en la cárcel.

Este caso policial sirve como excusa en realidad para escuchar en primera persona a Oswald Aulestia, así como a quienes más le quisieron -su exmujer, su hija o sus hermanos- o quienes tuvieron la oportunidad de convivir con él. "He sido un pirata, un vividor, un egoísta", afirma el artista. La visión que tiene de sí mismo este falsificador se completa con el retrato que hacen de él sus allegados. "Excéntrico", "hablado", "peculiar", "rockero", "histriónico", "narcisista", "mago" o un "seductor" que sabía "persuadir y embaucar". Cualquier lista de adjetivos se queda corta ante el personaje al que dedica un documental Maíllo.

Su único objetivo fue robar a los ricos para pasárselo bien y todo comenzó cuando a los 23 años, tras meterse en "follones" -pegó a un guardia civil y se llevó su pistola- se vistió de "turista" y pasó por la frontera francesa. Al llegar a Italia para cobrar a un galerista, no recibió la cantidad adeudada, pero le dio una idea: realizar obra falsa y hacer ver que su mujer era la amante de Miró. Así, el artista despechado consiguió vender piezas atribuidas a grandes artistas sobre las que la gente "ni dudaba". "Yo no soy genial, pero sí original", dice Oswald.

Oswald. El Falsificador también sirve como reflexión sobre el mundo del arte, sobre las contradicciones y las paradojas que perviven en un mundo en el que el interés por el dinero y el interés cultural entran en conflicto, concluyó Jorge Elías Castro Fernández.



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