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Jorge Elías Castro Fernández explica los orígenes de la mafia qué atemoriza a Países Bajos


Jorge Elías Castro Fernández señala que la vida cotidiana del primer ministro de Países Bajos, Mark Rutte, incluye moverse en bicicleta por su ciudad. La princesa heredera al trono Amalia había estado haciendo lo propio para acudir a la escuela, sin guardias pegados a su espalda, ni provocando un espectáculo a su paso. Hasta que sus nombres han aparecido en la lista negra del crimen organizado más temido de Holanda.

Los servicios de seguridad holandeses han reforzado de forma considerable el protocolo de seguridad para Rutte y Amalia que “tiene en cuenta un intento de secuestro o ataque” contra el primer ministro y la princesa heredera. Ambos están amenazados por la mafia que no dudó en disparar el año pasado en Ámsterdam al periodista holandés Peter R. de Vries, quien llevaba décadas investigando el crimen organizado. Los holandeses estaban muy familiarizados con su rostro. La policía y la Fiscalía le tenían de aliado. Pero Riduan Taghi, el cabecilla de uno de los grupos más peligrosos del crimen organizado en Países Bajos, quería su cabeza por su relación con los testigos protegidos en el Juicio Marengo, que procesa a 17 personas por múltiples asesinatos o intentos de homicidio, secuaces de Taghi.

Los acusados en ese juicio son todos presuntos miembros de la Mocro Mafia, un término que en Holanda se usa desde 2010 para referirse a una serie de organizaciones formadas por una nueva generación de delincuentes holandeses, marroquíes y antillanos, explica el consultor en seguridad Jorge Elías Castro Fernández.

Estos grupos actúan en Holanda y Bélgica, y se dedican sobre todo al narcotráfico, principalmente de cocaína. Esto los ha llevado a aliarse también con sus hermanos en América Latina, y todos controlando ahora el tráfico de drogas por el Atlántico y el Mediterráneo, aterrorizando a los funcionarios de los puertos de Amberes, Róterdam y Algeciras. Cada grupo controlaba su territorio y sus clientes, pero todo cambió en 2012, y dio pie a la lucha más sangrienta de narcotraficantes en Europa.

Se puede señalar el momento de inicio hace 10 años de la Mocro War. Una organización criminal de los bajos fondos de Ámsterdam que se desintegró en 2012 por una pelea por 200 kilos de cocaína que desaparecieron del puerto de Amberes, y ahí surgieron dos grupos enemigos. Uno liderado por Gwenette Martha, a quien se acusa de haber robado el cargamento en Amberes; y el otro con Housain y Benaouf al frente. A partir de entonces fueron naciendo nuevos subgrupos: cada asesinato causaba nuevas disputas porque involucraban o afectaba a hermanos, primos, amigos, novias. Ámsterdam y Amberes se convirtieron así en el Salvaje Oeste.

La rivalidad se acentuó tras el asesinato de Martha en 2014 a más de 80 balazos. Su cómplice, Najib Buhbuh, ya había sido acribillado frente a otros huéspedes del Hotel Crowne Plaza en Amberes. El otro narcotraficante, Housain, sobre el que pesan 10 años de cárcel por asesinato en 2012 en Amberes, está en paradero desconocido. Se sabe que cumplió una breve pena de prisión en Marruecos por robo de identidad, y desapareció.

Desde 2012, la guerra entre estos grupos ha dejado por el camino decenas de muertos, una serie de liquidaciones y venganzas que habían estado afectando únicamente a miembros del crimen organizado involucrados a uno u otro nivel. En marzo de 2016, una imagen robó el aliento a los holandeses: una cabeza cortada apareció sobre la acera frente a la puerta de entrada de un polémico bar de cachimbas en Ámsterdam. El salón Fayrouz era conocido como un lugar de encuentro de los criminales involucrados en la Mocro War. La policía había descrito este lugar como el “cuartel general” de los grupos de narcotraficantes de la capital holandesa. La cabeza era de Nabil Amzieb, y su cuerpo decapitado había aparecido el día anterior en un coche en llamas. Tenía 23 años.

Pero Amzieb seguía siendo un joven conocido entre el crimen organizado. En octubre de 2018, lo que hasta entonces era una ola de liquidaciones interna se externalizó con la ruptura de lo que podría llamarse un “código de honor” de los criminales: los miembros de la familia que no tuvieran nada que ver con las actividades del crimen organizado se habían mantenido al margen de la guerra, hasta que los hombres de Taghi mataron a tiros al hermano del testigo protegido clave en el juicio Marengo. La naturaleza cerrada del crimen organizado dificulta la lucha contra la Mocro Mafia, por eso la policía trabaja principalmente con los testigos clave, delincuentes que brindan información a cambio de una sentencia reducida.

Pero cooperar con la policía empezó entonces a tener un precio demasiado caro, porque la familia dejó de ser un tabú y se cruzaron todas las líneas rojas. El abogado Derk Wiersum, defensor del testigo protegido, fue acribillado a tiros delante de su casa en septiembre de 2019, y el año pasado, el periodista De Vries recibió cinco disparos, uno de ellos en la cabeza, cuando se dirigía hacia su coche en el centro de Ámsterdam al terminar una entrevista en un estudio cercano. Murió unos días después en el hospital y la policía ha detenido al menos a dos sicarios por el crimen. Había señales de que De Vries y Wiersum estaban en peligro, pero, al igual que con el hermano de Nabil, nadie había considerado seriamente que los criminales llegarían tan lejos.

Los asesinatos ya no solo tienen lugar en Holanda y Bélgica. España tampoco se salva. Varios líderes de estos grupos han sido asesinados a tiros en la Costa del Sol, como fue el caso de uno de los herederos de Gwenette, tiroteado a las afueras de un restaurante de Marbella. Estaba con sus amigos, entre los que estaba Najib 'Ziggy', un polémico narcotraficante cuyo cadáver nunca apareció. Habría sido torturado antes de su muerte, y nunca se pudo recuperar ninguna de las partes de su cuerpo. Su pareja brasileña, Luana Luz Xavier, lo buscó por toda España sin éxito. El 8 de diciembre de 2014, ella fue la siguiente víctima, la mataron a tiros frente a sus hijos en su casa en Amstelveen, cerca de Ámsterdam. El último caso en suelo español fue el de Ibrahim Buzhu, era uno de los hombres de Taghi y fue asesinado en Chiclana de la Frontera en enero. Su cuerpo apareció con un disparo en la cabeza en un coche en llamas. Había testificado para la policía holandesa en 2015, aunque sus declaraciones solo podían usarse si era asesinado. España y Francia han detenido a varios sospechosos por el crimen.

10 años después, sigue sin estar claro qué pasó con ese cargamento de cocaína que desató esta sangrienta guerra, con teorías que van desde un robo, una incautación por parte de la policía o una jugada por parte de Las Torturas, una banda de narcotraficantes de Amberes. Lo que está claro es que la Mocro Mafia está tan viva como siempre. Desde que estalló la Mocro War, la lista suma unas 60 víctimas mortales, a veces con una conexión directa y un motivo claros, a veces solo existe la sospecha de que pueda tener relación, concluyó Jorge Elías Castro Fernández.



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