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Manuel Malaver: Los arrepentidos | Venezuela

Por Manuel Malaver | Opinión

Me ha resultado reconfortante -aunque debo admitir que “dolorosamente” reconfortante – la cada día más empinada y abrumadora cantidad de politólogos, historiadores, periodistas, economistas, cineastas e intelectuales en general que aceptan haberse equivocado en la evaluación de las ventajas, logros y avances del sistema democrático que nos dimos por más de 40 años y el colosal error que significó respaldar -o al menos justificar o mostrarse neutro-frente a la logia de militares y civiles que desde los cuarteles, el empresariado, los sindicatos, los medios, las universidades y la Iglesia se empeñó, a partir de la intentona golpista del 4 de febrero de 1992, en destruirlo.

Lo cual no hubiera sido sino otra más de las coyunturales confusiones en que por motivos irracionales, sensibleros y emocionales caen en no pocas ocasiones hasta las sociedades más experimentadas en la praxis política democrática, si el equívoco no se convierte siete años después, el 3 de febrero de 1999, en el ascenso a la presidencia de la República del teniente coronel, Hugo Chávez, el jefe de la intentona golpista, luego de resultar electo en unos comicios dizque irreprochablemente constitucionales.

Quiero recordar que el nuevo Primer Magistrado había estado dos años preso por la acusación de empuñar las armas para derrocar al presidente electo democráticamente, Carlos Andrés Pérez, que fue indultado o sobreseído de la causa por el entonces jefe de Estado, Rafael Caldera, y enviado a la calle a ejercer sus derechos políticos, ya fueran insistir en recurrir de nuevo a las armas o fundar un partido político para aspirar ahora el poder electoral y constitucionalmente.

También que el golpista del 92 y ahora presidente “democrático” del 99 Chávez, nunca negó en la cárcel, en la campaña y desde el primer momento que asumió la presidencia, que su intención era acabar con la democracia que llamaba representativa, burguesa y proimperialista, para sustituirla por otra de su invención, a la que llamaba “protagónica, participativa y popular”.

Argucia con la cual terminó de enganchar a los hoy arrepentidos y que hizo estampar en una “constituyente” de comiquitas que se aprobó al final del primer año de su mandato y que le permitió, a mediados del 2002, ser electo para un primer mandato que decía podía extenderse a otros “si el pueblo lo exigía” y a una República refundada, la V, que duraría por lo menos 100 años.

No quiero perder la oportunidad -y sin ánimo de ofender- que venezolanos ilustres como el filósofo y catedrático, Rector de la Universidad, Simón Bolívar, Ernesto Mayz Vallenilla, el sacerdote y hoy General de los Jesuítas, Arturo Sosa Abascal, empresarios como Alberto Vollmer y Roger Boulton y la bailarina, Zhandra Rodríguez, compraron tales mamarrachadas, pero algunos como Maiz devolviéndose a tiempo y el resto cargando su cruz, pero con escasas exposiciones.

Más abiertos y activos se mostraron los altos magistrados que, desde la Corte Suprema de Justicia, El Consejo Supremo Electoral y el Congreso Nacional “saltaron la talanquera” o actuaron “camaleónicamente” y se dieron a apoyar decisiones para que se aprobara una legislación sobrevenida que no estaba permisada en la Constitución del 61 (como fue darle curso al proceso constituyente) y que fueron decisivos para que el chavismo tomará el poder “por la fuerza” que dan la Constitución, las Leyes y las Instituciones.

Pero en general puede decirse que ya desde los primeros años del chavismo, y sobre todo después del golpe fallido del 11 de abril del 2002 y el Referendo Revocatorio del 2004, se suscita un “despertar” en el universo de los equivocados por despiste o a conciencia y los hoy arrepentidos (si hay que decir que alguna vez militaron, o simpatizaron o fueron neutros con el chavismo) gritan su “vuelvan caras”, su marcha atrás y progresivamente se afilian o regresan a los partidos democráticos disponibles (Acción Democrática, Primero Justicia, Copei), y los que se van creando en el curso de las luchas por el rescate de la democracia, como “Alianza Un Bravo Pueblo”, “Un Nuevo Tiempo” y “Voluntad Popular”).

Afirmemos que esta fuerza que alguna vez militó (muy pocos), simpatizó o fue neutra con el chavismo, pasa ahora a activarse en manifestaciones gigantescas que se suscitan desde el 2010 hasta el 2017, que asombran al mundo y le granjean un enorme apoyo a la oposición venezolana, hasta que a partir del 2018 entra en declive, irrumpe la pavorosa inmigración, los partidos democráticos se apagan o dividen, sus líderes se asilan o se mantienen en el país pero “bajo perfil”, otros discuten sobre las políticas que pueden derrotar a una dictadura que luce fuerte, consolidada y los arrepentidos, en medio de un país en ruinas, tienen que pensar, recordar que hubo otra Venezuela, en la que ellos nacieron o crecieron y que se llamaba “AD y Copei”.

Tiempos, vientos, olas, sacudidas para entender que el sistema democrático y sus promotores y hacedores, los partidos Acción Democrática y Copei, habían optado, luchado y logrado establecer un modelo de vida política donde se discutía, discrepaba, polemizaba y convivía, donde cada cinco años se llamaba a cambiar al presidente y a su equipo de gobierno, en eventos electorales donde los ciudadanos elegían libremente y después de realizado todo este ritual que semejaba y era “una guerra de palabras”, se volvía a la paz, a la marcha del país.

¿Defectos? Había muchos. ¿Ineficiencias? A granel. ¿Curruptelas? De todo tipo. ¿Injusticias sociales? Que clamaban al cielo. ¿Violaciones de derechos humanos y abuso? De a cientos. ¿Jueces que vendían sentencias? Como montes. Pero podían ser denunciados pública y abiertamente, en medios y jurisdicciones competentes y finalmente en la calle si nadie te paraba y por ello no tenías que pagar cárcel, persecuciones, ni acosos.

Y podía suceder que las denuncias de las ineficiencias, negligencias e imperfecciones se arreglaran, medio arreglaran o no se arreglaran, pero podías seguir con tus denuncias, acusaciones y señalamientos hasta que la justicia se impusiera como la gota de agua que “horada la piedra”.

Que para eso se fundó la democracia, pensaba aquel Padre Fundador de los Estados Unidos, Alexander Hamilton, quien sostenía en El Federalista que “la democracia no era para crear una sociedad unificada, homogénea y perfecta, donde no existiera el conflicto, los choques y la división. No. Demos libertad a los ciudadanos para actuar por sus propios intereses e involucrarse pacíficamente en los conflictos políticos de otros. Así actuaremos contra la concentración de poder y el peor de sus resultados: el despotismo”.

Hago estas citas para insinuarles a los arrepentidos que las razones por las cuales en algún momento se apartaron de la democracia y apostaron a un sistema concentracionario y despótico como el castrochavismo, era por las que más debían apostar y apoyar a la democracia de AD y Copei, ya que entre las ineficiencias, déficits y fallas que contenía traía un tesoro que no se podía perder: la libertad.

En otras palabras, que, no basta con luchar, manifestar y arriesgar libertad y vida por la restauración de la democracia porque nos hemos topado con uno de los sistemas políticos más crueles, corruptos e inútiles de la historia, sino que lo hicimos por no entender que la democracia puntofijista y partidocrática era uno de los grandes logros de la historia venezolana y las diferencias debían enfrentarse en lo personal, partidista e ideológicamente pero sin afectar la legitimidad de los gobiernos.

Lecciones que deberían estar aprendiendo en estos momentos los chilenos y los colombianos y que los brasileños quieren hacer valer antes que Brasil se convierta en la próxima Venezuela.

No quiero terminar sin referirme al regreso de la democracia y sus héroes al pueblo venezolano de dentro y fuera del país con la publicación de una biografía en 2 volúmenes del expresidente, Raúl Leoni, el primero: “El hombre y su tiempo”, del historiador Tomás Straka, y el segundo, “Modernizar en libertad” de un grupo de autores donde destacan Fernando Spiritto, Edgardo Mondolfi y Elsa Cardozo, coeditados por la UCAB, la Asociación Civil Raúl y Menca de Leoni y la Fundación Rómulo Betancourt.

“Rómulo resiste” es un documental del cineasta Carlos Oteyza estrenado recientemente sobre el segundo gobierno (1959-1964) del considerado fundador de la democracia y en el cual resaltan la visión enérgica que tenía Betancourt al enfrentar los que calificaba los enemigos fundamentales del modelo democrático.

Carlos Andrés Pérez también acaba de ser biografiado por el exalcalde y exgobernador de Caracas, Antonio Ledezma y Oteyza acaba de anunciar que pronto estará en los cines, la televisión y las redes un documental sobre el caminante: “Pérez, inédito.”

Quisiéramos ver también publicaciones y filmaciones sobre Jóvito Villalba, Rafael Caldera, Leonardo Ruiz Pineda, Gonzalo Barrios, el general, Rafael Alfonzo Ravard, Arístides Calvani, Alberto Carnevali, Valmore Rodríguez, Juan Pablo Pérez Alfonzo y tantos venezolanos ilustres que dejamos atrás para oír a un demagogo, populista y socialista que le infirió a Venezuela los peores daños que ha sufrido en toda su historia.


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