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Por qué los conspiranoicos Reichsbürger desafían al Gobierno alemán en sus planes sediciosos


En la mañana del 20 de abril de 2022, 14 policías desplegados en la pequeña ciudad de Boxberg, en el sur de Alemania, fueron recibidos a tiros cuando se disponían a realizar un operativo para confiscar un arma. El atacante, según las actas del Tribunal Federal de Justicia, era un hombre de 54 años que abrió fuego a mansalva con un fusil Kaláshnikov contra los agentes. Dos de ellos resultaron heridos. Después de su detención, el agresor calificó a los policías como "buenos muchachos que combaten del lado equivocado".

No fue un incidente único, ya que es parte de un fenómeno mucho más amplio y que preocupa desde hace tiempo a las autoridades. Porque el atacante de Boxberg era un Reichsbürger, un "ciudadano del imperio", según su traducción literal, que se niega a reconocer como legítima la existencia de la República Federal de Alemania. Este grupo de extrema derecha saltó estos días a primera plana después de que la policía germana detuviera en un enorme operativo a 25 personas —entre ellas un antiguo aristócrata con ínfulas de monarca y una jueza que fue antes diputada— a las que acusa nada menos que de planear un golpe de Estado. En Alemania, una de las democracias más sólidas del mundo, reseñó Isaac Risco en El Confidencial.

En agosto de 2016, otro policía que formaba parte de un equipo desplegado en el estado de Baviera tuvo menos fortuna y murió a causa de los disparos de un Reichsbürger al que habían ido a buscar porque este se negaba a pagar sus impuestos, claro, a un Estado al que se niega a reconocer. En abril de este año fue detenido en Berlín el líder de un grupo de cuatro personas que planeaban secuestrar al ministro de Sanidad, Karl Lauterbach.

El ataque formaba parte de una confabulación mayor para proclamar la restauración del Reich o Imperio Alemán, el Estado desaparecido en 1945 con la derrota de los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Estos son solo algunos de los incidentes previos más conocidos con los "ciudadanos del imperio", una masa de radicales heterogénea y compuesta por distintas corrientes y agrupaciones.

Las autoridades consideran que unos 21.000 alemanes, con tendencia al alza, son parte del peculiar universo paralelo de los Reichsbürger, según el último informe de la Oficina Federal de Investigaciones Criminales y de la Inteligencia para asuntos nacionales, la Oficina para la Defensa de la Constitución. Se estima que entre estos, unos 2.100 están dispuestos a ejercer la violencia y que unos 500 poseen armas de forma legal.

Muchos están organizados en grupos pequeños sin contacto entre ellos, como una suerte de amalgama unida por su aversión por el Estado y su añoranza por el viejo Reich. Típica del argot de los "ciudadanos" es también la consideración de la Alemania actual como un "Estado ocupado", en referencia a la alineación política de Berlín con las potencias occidentales que la derrotaron en 1945. Hay otras constantes, eso sí, con mayor o menor peso según las preferencias ideológicas de sus miembros: la devoción por el pasado nazi, la cercanía con el partido de derecha populista Alternativa para Alemania (AfD) y recientemente el rechazo de las medidas sanitarias contra la pandemia.

Las múltiples crisis vinculadas con el coronavirus, junto a los actuales problemas energéticos y la inflación, han servido de catalizador para ese tipo de movimientos. "En los últimos meses, hemos podido ver que hay una gran radicalización en el contexto de la pandemia y de la crisis por la guerra en Ucrania", explicaba recientemente a la cadena pública ARD Andreas Speit, un periodista especializado en asuntos de la extrema derecha en el país.

En el punto álgido de la pandemia ganó fuerza en Alemania el movimiento Querdenker ("Pensadores laterales") que se volcó a las calles llamando a la desobediencia civil y negándose a acatar las escasas restricciones contra el virus aprobadas por las autoridades germanas. Y en agosto de 2020, una caótica turba compuesta por negacionistas, conspiranoicos, ultras de derecha, antisemitas y ecologistas esotéricos intentó tomar por asalto el edificio del Bundestag, el Parlamento alemán en Berlín. El incidente fue un llamado de atención. Entre los radicales suele haber además otro elemento en común: la creencia en la teoría conspirativa estadounidense QAnon, que propaga la existencia de un supuesto "Estado profundo" y de una red de pedófilos que controla el mundo.

En estos días, abunda en el país la sensación de que la sociedad vio durante demasiado tiempo y de forma errónea a estos grupúsculos como bandas inofensivas de chalados, piezas marginales en el mosaico de la variopinta y abierta Alemania contemporánea. En sus facetas más inocuas, resultaba a veces casi divertido, en efecto, enterarse de esos conciudadanos que se niegan a aceptar el DNI y el carné de conducir emitidos por el odiado Estado alemán, con todos los dolores de cabeza que eso puede implicar para la vida moderna. Pero las percepciones están cambiando.

"Los detenidos son seguidores de mitos de conspiraciones compuestos de distintas narrativas de la ideología de los Reichsbürger y de QAnon", señaló el fiscal general federal, Peter Frank, al referirse a los 25 detenidos en redadas realizadas por unos 3.000 policías el 7 de diciembre en siete estados germanos, además de en Austria y en Italia, en uno de los más grandes operativos de ese tipo jamás realizados. Los agentes allanaron además más de 130 lugares en un total de 11 Länder.



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