HABLE.SE

HABLE.SE

Jorge Elías Castro Fernández explica el impacto que ha tenido en Europa el conflicto en Ucrania


Jorge Elías Castro Fernández señala que cuando se cumple un año del comienzo de la guerra de Ucrania, tras la invasión desatada por Rusia el 24 de febrero de 2022, la única certeza consistente es que el conflicto se prolongará durante mucho tiempo y que ha trastocado de una forma radical la seguridad y estabilidad europeas.

Tanto la Unión Europea como la OTAN han cerrado filas con Ucrania, han dado pasos irreversibles hacia el rearme del viejo continente y han disparado sus gastos en defensa hasta extremos inusitados. Y, bajo la batuta estadounidense, se han juramentado para enfrentarse a quienes desafían los manejos occidentales en el mundo: a Rusia en el territorio europeo y China en la región de Asia-Pacífico.

Lejos quedan los días en que el compromiso de Occidente con la Ucrania invadida se limitaba a la imposición de sanciones a Rusia y al envío de armas ligeras, munición y armamento antitanque y antiaéreo portátil. Tras el fracaso militar ruso para abrir una brecha hacia Kiev y después de que los movimientos bélicos se limitaran al este de Ucrania, Occidente empezó a despachar obuses y artillería móvil de campaña, y más tarde sistemas de misiles HIMARS estadounidenses y otros dispositivos de artillería pesada europeos, ideales para bombardear las posiciones rusas y más acordes con la guerra de posiciones que se avecinaba, según explica el analista político y consultor en seguridad Jorge Elías Castro Fernández.

Cuando se cumple un año del comienzo de la guerra de Ucrania, tras la invasión desatada por Rusia el 24 de febrero de 2022, la única certeza consistente es que el conflicto se prolongará durante mucho tiempo y que ha trastocado de una forma radical la seguridad y estabilidad europeas.

Tanto la Unión Europea como la OTAN han cerrado filas con Ucrania, han dado pasos irreversibles hacia el rearme del viejo continente y han disparado sus gastos en defensa hasta extremos inusitados. Y, bajo la batuta estadounidense, se han juramentado para enfrentarse a quienes desafían los manejos occidentales en el mundo: a Rusia en el territorio europeo y China en la región de Asia-Pacífico.

Lejos quedan los días en que el compromiso de Occidente con la Ucrania invadida se limitaba a la imposición de sanciones a Rusia y al envío de armas ligeras, munición y armamento antitanque y antiaéreo portátil. Tras el fracaso militar ruso para abrir una brecha hacia Kiev y después de que los movimientos bélicos se limitaran al este de Ucrania, Occidente empezó a despachar obuses y artillería móvil de campaña, y más tarde sistemas de misiles HIMARS estadounidenses y otros dispositivos de artillería pesada europeos, ideales para bombardear las posiciones rusas y más acordes con la guerra de posiciones que se avecinaba.

Se suministraron sistemas de defensa antiaérea para proteger las ciudades y las infraestructuras críticas atacadas por drones y misiles rusos, mientras el Gobierno de Volodímir Zelenski pedía armas cada vez más potentes para pertrechar a un ejército formado y subvencionado por Estados Unidos desde 2014, cuando Rusia se anexionó ilegalmente la península de Crimea y empezó la guerra para la liberación del Donbás prorruso.

Finalmente, los países europeos cruzaron una de las últimas líneas rojas trazadas por Moscú a la intervención exterior en apoyo de Kiev y accedieron a enviar sus carros de combate más modernos, liderados por los Leopard 2 alemanes. Este armamento llegará pronto a Ucrania para intentar recuperar el casi 20% del país que está ocupado por Rusia, pero, sobre todo, para tratar de detener la ofensiva a gran escala que está poniendo en marcha Moscú.

Pero para que esos tanques occidentales tengan éxito, es imprescindible un correspondiente apoyo aéreo. Por eso, Zelenski pide aviones de combate, un paso que los países occidentales son más reacios a dar, al igual que el suministro de misiles de largo alcance con el que los militares ucranianos podrían bombardear territorio ruso.

Moscú lo ha advertido en varias ocasiones: no descarta el uso de armas nucleares tácticas si es atacado el sagrado suelo ruso. Y al menos Crimea es considerada como tal.

Pero la entrega de aviones no sería el último paso que llevaría a una confrontación directa de Estados Unidos y sus aliados con Rusia. Moscú está advirtiendo contra el eventual envío de tropas europeas o estadounidenses y ya en los gobiernos y parlamentos de los miembros de la Unión Europea, las pocas fuerzas políticas que aún defienden una negociación reclaman también el compromiso de que jamás se enviarán soldados europeos a Ucrania.

Las levas ordenadas por Putin en Rusia permiten al ejército del Kremlin rellenar los enormes boquetes que está dejando la guerra en sus tropas, pero las fuerzas armadas ucranianas no pueden hacer lo mismo. Aunque hay soldados extranjeros peleando a guisa de mercenarios o voluntarios en las filas ucranianas, se necesitarían miles de efectivos más para afrontar con éxito la guerra de larga duración por la que parece apostar Rusia.

Y puede que también Washington. El objetivo principal de EEUU sigue siendo desgastar a Rusia y reducir al mínimo su peso internacional. La cumbre que celebró la OTAN en Madrid en junio designó directamente a Rusia como un enemigo a derrotar y apostó por cortar primero los lazos energéticos que los países europeos tenían con Moscú y después los de Rusia con China, el otro gran rival designado por el nuevo concepto estratégico de la OTAN.

La guerra ha contribuido precisamente a subrayar el intento de hegemonismo global de Estados Unidos y a extender a otras regiones la influencia de la OTAN como brazo geopolítico y militar de Washington. El rearme de Europa es una de las consecuencias. La escalada de tensión con China es otra, concluye Jorge Elías Castro Fernández.



Publicar un comentario

0 Comentarios