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Francisco Morillo Van Den Berg, el empresario venezolano prófugo de la justicia que facilitaría el regreso de Trafigura al mercado petrolero de Venezuela


Por Silvio Monteagudo

La empresa Trafigura, basada en Singapur y una de las mayores comercializadoras mundiales de materias primas, ha decidido volver a operar en Venezuela tras la reciente flexibilización de las sanciones de Estados Unidos a la industria energética del país sudamericano. Según dos fuentes con conocimiento del acuerdo, Trafigura, de origen francés, está buscando alquilar al menos un gran tanquero para transportar fueloil venezolano de exportación.

Pero este retorno no está exento de polémica, pues Trafigura estaría asociada con el empresario venezolano Francisco Henrique Morillo Van Den Berg, conocido como "Squito", quien está acusado de participar en una gigantesca estafa a la empresa petrolera estatal PDVSA, que alcanza los 10.000 millones de dólares. Morillo, quien tiene una orden de captura de Interpol por este caso, se encontraría oculto en México, según una persona familiarizada con el asunto.

Un fraude multimillonario a PDVSA

La trama de corrupción que involucra a Morillo y a otras 24 empresas petroleras extranjeras se destapó gracias a un acto de venganza de su exesposa, Vanessa Acosta Friedman, quien le entregó una computadora portátil con información comprometedora a Wilmer Ruperti, ex jefe y rival de Morillo en el mundo de los negocios petroleros.


En la computadora había conversaciones en aplicaciones de mensajes instantáneos en las que se discutía información confidencial y extractos de cuentas de empresas extranjeras que habían efectuado pagos cuantiosos e inexplicables a familiares de ejecutivos petroleros venezolanos. También había carpetas y teléfonos celulares con más evidencias del fraude.

Según una extensa investigación de los periodistas Liam Vaughan y Lucia Kassai, publicada en la revista estadounidense Businessweek, el fraude consistía en manipular las subastas que Venezuela utilizaba para vender su petróleo, las cuales habrían sido sistemáticamente arregladas durante una década o más, privando al país económicamente asediado de miles de millones de dólares.

Entre los beneficiarios de la trama se encuentran las compañías Glencore, Trafigura y Vitol, las tres mayores empresas de comercio de materias primas del mundo. Estas empresas se conectaban a la asesoría que ofrecía Morillo a través de su empresa Helsinge Inc, que tenía acceso a datos privilegiados sobre la comercialización de petróleo de PDVSA, como inventarios, planificación y precios.

La historia de Morillo y sus negocios

Morillo nació en 1980 en el seno de una familia acomodada de la región petrolera de Zulia, al noroeste de Venezuela. Su abuelo fue presidente de un banco, vicerrector de una universidad y miembro del Tribunal Supremo regional. Su padre era ejecutivo de una empresa constructora.

Su carrera profesional comenzó cuando tenía 19 años y conoció en un campo de golf a Wilmer Ruperti, un empresario que se había colado en la industria petrolera venezolana ayudando a Trafigura a asegurar el acceso a los puertos del país. Ruperti le ofreció a Morillo un trabajo en su pequeña empresa de transportes y se convirtió en su mentor.

En 1998, el año en que Hugo Chávez fue elegido presidente por primera vez, Ruperti fue contratado por Trafigura para ampliar sus operaciones en Caracas. Morillo se fue con él y aprendió los secretos del negocio. Trafigura acabó separándose de Ruperti luego de que este organizara demasiadas fiestas lujosas. Morillo se quedó, pero siguió trabajando con su mentor.

Juntos participaron en un acuerdo que traería un conflicto legal a Ruperti. En 2002, Ruperti consiguió que una empresa rusa arrendara barcos a PDVSA. Los rusos pensaban que suministraban los buques a PDVSA directamente, pero en realidad su contrato era con una empresa de nombre similar que Ruperti había creado. Según un juez británico, Ruperti ganó 60 millones de dólares cobrando más de lo que facturaba.

En 2004, Morillo dejó PDVSA para montar su propio negocio, junto con un antiguo operador de PDVSA e ingeniero químico de formación llamado Leonardo Baquero. Se instalaron en el apartamento de Morillo y Acosta Friedman, con quien se había casado en 2005 en la Quinta Esmeralda, famosa por acoger fiestas de la burguesía caraqueña. Antes de la ceremonia, ella firmó un acuerdo prenupcial.

La empresa que fundaron se llamaba Helsinge, una ciudad de Dinamarca, y se presentaba como una empresa de consultoría que asesoraba a empresas extranjeras sobre cómo navegar por el complicado terreno político de Venezuela y obtener acceso al petróleo del país. Se hizo con una cartera de clientes que incluía a poderosas figuras de los mayores comerciantes de materias primas del mundo.

A medida que el dinero entraba a raudales, Morillo y Acosta Friedman compraban propiedades, alquilaban aviones y se relacionaban con grupos sociales de Caracas y Miami que vivían al máximo. En un momento dado, Morillo trabajó como representante de ventas para un fabricante de yates, lo que le daba acceso a embarcaciones de lujo cuando no estaban en uso.

Una de las personas no invitadas a la boda fue Ruperti, que en un par de años pasó de ser una figura paterna para Morillo a su enemigo. Wilmer Ruperti creía que Morillo había sido desleal por independizarse; Morillo le dijo a sus amigos que quería librarse de la influencia de un hombre más viejo que él. Los operadores que antes recurrían a Ruperti para hacerse de petróleo venezolano, ahora se dirigían a Morillo.



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